martes, 28 de agosto de 2007

—¿Qué le parece? —me interrogó Schultze al fin, señalando al Paleogogo. Le contesté:

—Más feo que un susto a medianoche. Con más agallas que un dorado. Serio como bragueta de fraile. Más entrador que perro de rico. De punta, como cuchillo de viejo. Más fruncido que tabaquera de inmi­grante. Mierdoso, como alpargata de vasco tambero. Con más vueltas que caballo de noria. Más fiero que costalada de chancho. Más duro que garrón de vizcacha. Mañero como petizo de lavandera. Solemne como pedo de inglés.

viernes, 24 de agosto de 2007

—Ahá —dijo Ovejero para alentarlo. (131)

—Muera el perro —dijo el 18. (58)


(Hay para elegir en una eternidad de capítulos 131 y 58. El 131 remite al 58 y éste al 131. Nada que hacer... una lástima....)


[Hay un deseo de muerte hacia un perro proveniente de un interno del Neuropsiquiátrico, la afirmacíon lacónica de Ovejero no haría más que complementarla, por lo que no se intentaría otro frustrado final que los dos de los que disponemos.]