martes, 28 de agosto de 2007

—¿Qué le parece? —me interrogó Schultze al fin, señalando al Paleogogo. Le contesté:

—Más feo que un susto a medianoche. Con más agallas que un dorado. Serio como bragueta de fraile. Más entrador que perro de rico. De punta, como cuchillo de viejo. Más fruncido que tabaquera de inmi­grante. Mierdoso, como alpargata de vasco tambero. Con más vueltas que caballo de noria. Más fiero que costalada de chancho. Más duro que garrón de vizcacha. Mañero como petizo de lavandera. Solemne como pedo de inglés.

2 comentarios:

Petra von Feuer dijo...

Muchas veces, no queda otra que dejar de lado las interpretaciones con intenciones de lucidez, las reflexiones sobre pretendidos fines y/o la crítica o halago con ciertos fundamentos estéticos, para alzar la voz y hacer vibrar la laringe diciendo, simplemente...

¡¡QUÉ CULIADO!!

Anónimo dijo...

Origen de la vazquedad Iturbeana.
Vas a tener cincuenta y te seguirán diciendo vasco, y pocos sabrán dónde empezó el chiste.
Comprate un kimono y dejémonos de joder.