viernes, 24 de agosto de 2007

—Ahá —dijo Ovejero para alentarlo. (131)

—Muera el perro —dijo el 18. (58)


(Hay para elegir en una eternidad de capítulos 131 y 58. El 131 remite al 58 y éste al 131. Nada que hacer... una lástima....)


[Hay un deseo de muerte hacia un perro proveniente de un interno del Neuropsiquiátrico, la afirmacíon lacónica de Ovejero no haría más que complementarla, por lo que no se intentaría otro frustrado final que los dos de los que disponemos.]

2 comentarios:

Petra von Feuer dijo...

Vislumbro aquí la latencia de un Amor fati...el tatuaje de un ouroboros, serpiente que devora su propia cola a la espera de renacer exactamente igual a sí misma. Contemplando huellas secas atadas a nuestros zapatos desde lejanías casi invisibles ¿decidiríamos entregarnos a la tarea de borrarlas?.

Anónimo dijo...

"Se borra, se borra, se termina viendo un solo grano de arena, o alguna instancia más orgánica. Tal vez una víscera de todos los tiempos."